Tal vez en otro contexto le he dicho la misma frase a mi papá... Pero lo que realmente descubrió María ha de haber sido emocionante.
Sólo el hecho de imaginar que hace 35 600 años algunas personas pintaron los muros y los techos de las cuevas en las que estaban ha de ser una sensación inigualable. Las preguntas pueden ser interminables ¿ qué quisieron expresar? ¿tienen acaso algún significado o sólo querían recordar sus hazañas de cacería? Eso nunca se sabrá, pero lo importante es que queda esa huella del pasado perfectamente clara como signo de evolución y de inquietud de expresar emociones.
A manera de dramatización ¿cómo habrá sido ese momento?
Imáginate yucateco, estar caminando en tu terreno baldío y de repente caes en un aljibe maya ("chultún") con vestigios arqueológicos mayas. Pues bien, parecida fue la historia del descubrimiento de las Cuevas de Altamira.
Marcelino Sanz de Sautuola, el papá de María, no fue el descubridor de las Cuevas de Altamira. Antes, un cazador había dado con el lugar, solamente que por ser una zona donde comúnmente se encontraban cuevas no se le dio importancia. Sin embargo Marcelino, exploraba las cuevas como simple aficionado de la paleontología siete años después del descubridor llamado Modesto Cubillas .
Lo curioso del asunto es que en uno de sus paseos por explorar la cueva, llevó a su hija María. Luego de un rato, María miró hacia arriba y dijo; "Mira papá, son bueyes" señalando con el dedo el techo de la caverna. Lo emocionante es imaginarse las técnicas a las que recurrieron los antiguos hombres para poder pintar en las paredes. Impresionante el hecho de que aún permanezcan claras. Y como gran misterio, siempre quedará el porqué.
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